El frío y la lluvia marcaron la sexta edición de la marcha BTT de los 10.000 del Soplao. Una marcha que tuvo multitud de abandonos por el mal tiempo y que fue cortada a mitad de carrera por una climatología extremadamente adversa y por la falta de efectivos de la organización para tratar los numerosos casos de hipotermias que se estaban produciendo. Ya conocemos de primera mano por qué lo llaman el infierno cántabro.
PERFIL DE LA MARCHA
165 kilómetros, más de 4.500 metros de desnivel acumulado, 7 puertos de montaña. Todos los detalles en esta entrada.
Perfil de los 10.000 del Soplao
LOS 3 VALIENTES
Nacho, Rober y yo (David).
Casi siempre hablo en plural cuando escribo un post, y es que el Mountain Bike no lo concibo como un deporte individual, sino como una actividad de grupo. Pero esta carrera es especial, y me vais a permitir la licencia de hablar en primera persona. Además, creo que así se entenderá mejor lo vivido y sentido en la prueba.
RECOGIDA DE DORSAL, EL DÍA ANTES DE LA PRUEBA
Después de un viaje tranquilo desde Madrid, llego a Cabezón de la Sal a las 6 de la tarde del día antes de la prueba. Me acompaña mi novia, juntos nos adentramos en la marabunta de gente que se encuentra en las carpas de la organización y patrocinadores. La recogida de dorsales está dividida por números de 100 en 100. Yo no me acuerdo de mi dorsal —típico en mí— y tengo que entrar con el móvil en el blog ya que recuerdo que lo puse en un comentario. Recojo la bolsa con el dorsal y algunos obsequios como un maillot y un bidón personalizados para la prueba y, después de pasar por una tienda para comprar un cierre rápido de cadena —no me fío mucho de mi cadena después del barro de Monegros—, me escapo pronto al hostal para cenar, preparar la ropa y mochila y descansar adecuadamente.
Cabezón de la Sal
Ya en el hostal, saco la ropa que llevaré al día siguiente. La elección es complicada, las previsiones del tiempo no son nada halagüeñas: temperaturas de 10º en Cabezón —temperaturas que presumiblemente descenderían notablemente en lo alto de los puertos— con lluvia todo el día. Decido ir con piratas, camiseta térmica, maillot de biciclicks —por supuesto— y una chaqueta cortavientos-cortalluvia. En la mochila, un chubasquero y ropa de recambio.
Con los deberes hechos, bajamos a cenar pero no tengo hambre. Había sido incapaz de probar bocado a la hora de comer y creía que me iba a ocurrir lo mismo en la cena. Pero unos platos tan sencillos como una ensalada de pasta y unos huevos fritos con jamón —apuesta segura— obraron la magia y resultaron más exquisitos que cualquier menú de restaurante de lujo. Justo cuando estamos terminando de cenar, aparecen Rober y su mujer. Alargamos nuestra cena con un café y sobaos de la tierra —parece que cuando el apetito despierta, ya no hay quien lo duerma— mientras ellos comienzan con el primer plato.
Nos despedimos ya que hemos quedado al día siguiente para desayunar a las 5:30am. Antes de acostarme, leo un mensaje de Nacho, que se encuentra en Santander y que me genera cierta inquietud:
— Estoy pensando en no hacer el Soplao, no veas la que ha caído por aquí. Y menudos rayos. Es de locos hacer la ruta. — Comenta Nacho.
— ¡No seas gallina! ¡Eres un Biciclicks! — Le contesta Antonio.
— No sé yo qué decir. Voy a ir, pero no sé si bajaré la bici del coche. — Responde Nacho.
Me meto en la cama y me pongo nervioso al no poder dormir. Había leído de gente que no conseguía pegar ojo la noche antes de la prueba y después lo pagaba al día siguiente. Me preocupaba enormemente, pero después de unas cuantas vueltas en la cama, no fui consciente del momento en el que caí rendido y conseguí dormir del tirón hasta que sonó el despertador a la mañana siguiente.
SALIDA Y PRIMEROS KILÓMETROS
Por fin llegó el día tan esperado. Nos ponemos en la cola de salida pasadas las 7:15. Nacho —que por supuesto se presentó— nos está guardando un sitio cerca de la curva previa a la recta de salida. La posición no es muy adelantada, pero mirando como va apareciendo más y más gente detrás nuestra, podemos darnos con un canto en los dientes. Me sorprende ver a tanta gente con maillots de manga corta y sin mochila. Es verdad que en ese momento no está lloviendo, pero aún así las temperaturas son bajas y si las previsiones aciertan, pienso que seguramente lo pasará mal.
Llegan las 8. Me despido de mi pareja con un beso —Mmm, sabes a chocolate y cacahuete, me dice—. Suena música de AC/DC de fondo, que parece recordar a los participantes que esta prueba es solo para valientes. Cruzo la línea de salida mientras grito ¡vamos! ¡vamos! ¡vamos!. Es un momento muy emocionante, los primeros metros vallados están repletos de gente animando. Si ahora me emociono, pienso en lo bonito que será volver a pasar por aquí dentro de más de 10 horas.
Thunder! tarararátararara, Thunder!
Empieza a lloviznar —ni media hora aguantaron las nubes—, pero se hace llevadero. La subida por el Parque Natural de Oyambre es preciosa, el ritmo de la gente es calmado. Adelantar es imposible, demasiada gente. Tampoco es mi intención ni la de Rober ni Nacho. Hay que empezar despacio, la ruta es muy larga. Llegamos al primer avituallamiento de Caviedes a las 9:35, 15 minutos antes de lo previsto viendo el rutómetro. Esto marcha. Me tomo un aquarius, relleno la mochila de agua y salgo disparado detrás de mis compañeros.
LASTRAS Y CUEVAS DEL SOPLAO. LLUVIA, BARRO, FRÍO
Al atravesar el pueblo de La Cocina, oigo a un vecino del pueblo decirnos:
—Venga chicos, ¡que lo paséis bien con la chocolatada!.
A lo que comento en voz alta con la gente que tengo alrededor:
—Hostias, eso no suena nada bien.
—No, la verdad es que no — Me contestan con una sonrisa nerviosa en sus caras.
Comienzan las primeras rampas de Lastras. Hacemos la primera parte de la subida empujando la bicicleta por el tapón de gente acumulada en esta terrorífica pendiente. El barro hace acto de presencia. Efectivamente es una auténtica chocolatada. Sigo empujando la bicicleta, con la mirada hacia el suelo. Me duele mucho la zona lumbar, pienso que como sea muy largo lo voy a pasar mal. Los cubrebotas no paran de salírseme de las punteras, mi bici no hace más que almacenar y almacenar barro. Lo quito a puñados, sobre todo del hueco de la rueda trasera y el cuadro. Solo en el último tramo soy capaz de montar sobre la bicicleta para llegar a un descansillo por carretera. Empieza a llover más, la carretera está empapada. ¿Es que no va a parar de llover en todo el día?
Chocolate, y más chocolate
Afrontamos la larga subida a las cuevas del Soplao por terreno totalmente arcilloso. En plena subida me encuentro con dos amigos que jugaban conmigo al baloncesto. ¡Qué ilusión! Vamos comentando jugadas hasta que me doy cuenta de que Rober y Nacho se han quedado muy atrás. Me despido deseándoles lo mejor y reduzco el ritmo para volver con mis compañeros. Llegamos sin mayores incidentes al segundo avituallamiento. Hemos tardado una barbaridad, el tramo que hemos hecho andando nos ha retrasado mucho. Si antes mirar el rutómetro me había ayudado a motivarme, ahora me dan ganas de quemarlo y aplastarlo repetidamente con el pie.
MÁS LLUVIA, MÁS BARRO Y MÁS FRÍO
Me quito los guantes para comer algo. Decido ponerme el chubasquero, puede que fuera un error, puede que diera igual. A esas alturas iba completamente empapado. Después de rellenar el bidón, vuelvo a ponerme los guantes, pero estos no entran, tengo las manos hinchadas y los guantes están totalmente empapados. Paso un mal rato metiéndomelos a presión. Cuando por fin lo consigo, comenzamos el descenso, muy peligroso, apenas hay visibilidad. Alucino con los ríos de arcilla líquida que nos acompañan. Se me mete el barro en los ojos, siento el regusto de la arena en mi boca. No puedo tocarme los ojos, es peor, mejor esperar a que me lloren y se limpien por sí solos. Solo espero no matarme en la bajada mirando por las finas rendijas que dejan mis párpados.
El tramo de descenso es una trialera ancha, que resultaría sencilla sin agua, pero que es myy complicada con tanto barro y tanta gente. La última parte mejora con asfalto de hormigón, pero en ese momento ya voy sin freno trasero. ¡Mierda! ¡Me he comido las pastillas! ¡Con la de puertos que quedan por bajar! Mucho freno XT, pero estas condiciones terribles no perdonan. Intento tensar la maneta sobre la marcha, pero no me siento las manos y soy incapaz, así que no me queda otra que hacer una parada no planificada y hacerlo en parado. De paso, bien resguardados de la lluvia debajo de un soportal, aprovecho para llamar a las chicas. Empiezo a pasarlo muy mal con el frío, recuerdo que es el momento en el que la sombra de la retirada comienza a planear sobre mi cabeza. Les digo que vayan al avituallamiento de Ucieda por si acaso. Una vez más, tardo muchísimo tiempo en volver a ponerme los guantes empapados. La próxima vez marco con la lengua si hace falta, pero yo no me quito los guantes.
Bajando por el hormigón cubiertos de lodo
Desembocamos en un tramo de carretera que parece un regalo, que nos lleva al inicio de las rampas del monte AA. Tenemos que atravesar el cauce de un río a pie debido a la cantidad de gente acumulada. Voy por la mitad del río contento porque voy pisando piedras por encima del agua, pero mi tobillo trastabillea y mi pie derecho acaba dentro del río. Está empapado, cuando vuelvo a montar sobre la bici noto el agua dentro de mi zapatilla, el pie chapotea. Mala señal, si ya de por sí llevo tanto frío, unos pies empapados no va a ayudar mucho.
La subida al monte AA es dura, tiene rampas por encima del 15%. Muchos tramos los hacemos andando, todavía queda mucho, no es plan de desfondarse en rampas donde no te juegas nada con tantos kilómetros a la vista y con estas condiciones. La bajada hasta Ruente es rapidísima y por pista en buen estado.
ABANDONO EN UCIEDA
Llegados a Ruente, decido parar antes de cruzar un puente. Tengo mucho frío, tirito sin control, no me siento ni las manos ni los pies, me cuesta frenar e incluso cambiar de marchas con las manos empapadas y congeladas. Incluso me siento mareado, Rober me dice que es por perder demasiado líquido debajo de ese chubasquero que he decidido ponerme. No me atrevo a cambiarme de ropa, no sé si seré capaz y noto como mis compañeros quieren seguir la marcha. Así que hago un esfuerzo y vuelvo a montarme en la bicicleta. Pero cruzando el pueblo de Ruente, nos encontramos con nuestras novias, se han adelantado 3km del sitio acordado. Nos miran con preocupación y nos limpian la cara de barro con pañuelos. Madre mía, vais empapados nos dicen. En ese momento, y con la ayuda de mi novia, decido cambiarme de ropa. Rober y Nacho siguen la marcha para no quedarse más fríos, prometen esperarme en el avituallamiento situado 3 kilómetros hacia adelante. Después de unos minutos que parecen horas, por fin estoy con ropa seca y vuelvo a emprender la marchar hacia el avituallamiento.
Mientras pedaleo en soledad, mi determinación empieza a flojear, qué demonios, mi determinación se desquebraja por completo. Psicológicamente es muy duro seguir, la retirada parece la opción más sencilla. Ruente está a escasos 4km de cabezón. Pienso que si decido subir el Moral, después tendré que bajarlo y no sé dónde me podrán recoger las chicas si decido abandonar. El miedo se apodera de mí. Lo mismo tengo que hacer 50km más y no sé si estoy en condiciones. Lo estoy pasando mal. Veo más gente que se ha retirado volviendo a Ruente que gente yendo hacia el avituallamiento. Dios mío, pienso, esto está siendo una escabechina de cuidado. Le digo a un ciclista que circula a mi lado, más por animarme que otra cosa: vamos, que seguro que este tiempo mejora por la tarde. Me mira incrédulo y me contesta: han dicho en la previsión que va a llover el doble por la tarde. No me lo puedo creer, qué mala suerte.
Cuando llego al avituallamiento no me cuesta encontrar a Rober y a Nacho. Yo ya tenía tomada una decisión, y se la comunico: me retiro, voy a deshacer los tres kilómetros para encontrar a las chicas y darme una ducha caliente lo antes posible. Ellos no me animan a continuar, creo que me ven en la cara lo mal que lo estoy pasando y lo difícil de la decisión. Es una auténtica pena haber entrenado tanto y que te mande para casa la climatología —algo que, por mucho que entrenes, no puedes controlar—. Pienso que no es justo, y que el Soplao me ha robado mucho tiempo de estar con familia y amigos para terminar así. Vuelvo resignado, triste, pero seguro de haber tomado la decisión más responsable.
PRIMERA (Y ÚNICA) SUBIDA AL MORAL
A partir de aquí, tengo poca información de lo que hicieron mis compañeros. Sé que son unos valientes, sé que subieron el Moral, un puerto de 19 kilómetros que parece que nunca va a terminar, y sé que en la cima les comunicaron que cortaban la carrera y que tuvieron que descender por la misma cara del puerto para encontrarse con nosotros —yo ya estaba duchado y cambiado, listo para ayudarlos a transportar las bicis— una vez más en Ruente. Sé que la bajada fue dura, complicada, sin apenas sentirse las manos.
Rober, después de coronar el Moral
La organización había decidido parar la carrera dado al preocupante número de casos de hipotermia que se estaban sucediendo y a los pocos efectivos disponibles para tratarlos. Además, las condiciones meteorológicas en el siguiente puerto eran terribles, con granizo y temperaturas de 2 grados y sensación térmica de -3. Mucha gente se enfadó con los responsables de la prueba por no dejarles continuar, pero fueron una minoría, el resto entendió que, sencillamente, hay riesgos que no es necesario correr.
Nos encontramos con Rober y Nacho en la gasolinera de Ruente. Nos dicen que van a llegar hasta Cabezón, que les hace ilusión entrar por la línea de meta. Es normal, les entiendo perfectamente, les admiro por haber podido sobrellevar el frío de esa manera. Sobre todo les envidio por llegar hasta meta, les envidio muchísimo.
LLEGADA A CABEZÓN DE LA SAL
Me monto corriendo en el coche con las chicas para estar en la meta cuando lleguen. Quiero verles entrar, quiero compartir su alegría. Pero una vez más, la mala suerte nos acompaña hasta el final. Hay un atasco monumental para entrar en Cabezón y el tema de aparcar no resulta nada sencillo. Cuando nos encontramos con ellos ya hace mucho tiempo que han terminado. A Rober se le ve con buena cara, está muy contento, cuánto más duro es un reto, más alegría da terminarlo, aunque no sea por completo. Nacho también está contento pero lo está pasando peor, le cuesta llevarse un bollo a la boca, no para de tiritar, le tiemblan las manos como a un enfermo avanzado de parkinson. Le echamos una toalla por encima, pero empapado por dentro como está le sirve de bien poco.
Rober y Nacho, contentos después de llegar a Cabezón
Nos vamos corriendo a los coches, Nacho promete salir de fiesta esta noche por Santander, Rober y yo ya estamos pensando en cenar tranquilamente en el hostal. Envío mensajes al equipo que se ha quedado en Madrid. Saben que no hemos hecho los 165km, saben que me he retirado y que el resto no ha podido continuar por el cierre de la organización. Pero nos felicitan y dan la enhorabuena como si la hubiéramos terminado los primeros. Desde aquí mi inmensa gratitud por el apoyo recibido, se les sentía más cerca que si hubieran estado en Cantabria con nosotros.
Dicen que ha sido el Soplao más duro de la historia, en el que más gente se ha retirado. Dicen que ha sido el único en el que la organización ha tenido que tomar una decisión de tal magnitud.
Yo digo que el infierno existe, y que ya sé dónde encontrarlo el año que viene.
FOTOS
Si quieres, echa un vistazo al resto de las fotos.
PERFIL DE LA MARCHA
165 kilómetros, más de 4.500 metros de desnivel acumulado, 7 puertos de montaña. Todos los detalles en esta entrada.
Perfil de los 10.000 del Soplao
LOS 3 VALIENTES
Nacho, Rober y yo (David).
Casi siempre hablo en plural cuando escribo un post, y es que el Mountain Bike no lo concibo como un deporte individual, sino como una actividad de grupo. Pero esta carrera es especial, y me vais a permitir la licencia de hablar en primera persona. Además, creo que así se entenderá mejor lo vivido y sentido en la prueba.
RECOGIDA DE DORSAL, EL DÍA ANTES DE LA PRUEBA
Después de un viaje tranquilo desde Madrid, llego a Cabezón de la Sal a las 6 de la tarde del día antes de la prueba. Me acompaña mi novia, juntos nos adentramos en la marabunta de gente que se encuentra en las carpas de la organización y patrocinadores. La recogida de dorsales está dividida por números de 100 en 100. Yo no me acuerdo de mi dorsal —típico en mí— y tengo que entrar con el móvil en el blog ya que recuerdo que lo puse en un comentario. Recojo la bolsa con el dorsal y algunos obsequios como un maillot y un bidón personalizados para la prueba y, después de pasar por una tienda para comprar un cierre rápido de cadena —no me fío mucho de mi cadena después del barro de Monegros—, me escapo pronto al hostal para cenar, preparar la ropa y mochila y descansar adecuadamente.
Cabezón de la Sal
Ya en el hostal, saco la ropa que llevaré al día siguiente. La elección es complicada, las previsiones del tiempo no son nada halagüeñas: temperaturas de 10º en Cabezón —temperaturas que presumiblemente descenderían notablemente en lo alto de los puertos— con lluvia todo el día. Decido ir con piratas, camiseta térmica, maillot de biciclicks —por supuesto— y una chaqueta cortavientos-cortalluvia. En la mochila, un chubasquero y ropa de recambio.
Con los deberes hechos, bajamos a cenar pero no tengo hambre. Había sido incapaz de probar bocado a la hora de comer y creía que me iba a ocurrir lo mismo en la cena. Pero unos platos tan sencillos como una ensalada de pasta y unos huevos fritos con jamón —apuesta segura— obraron la magia y resultaron más exquisitos que cualquier menú de restaurante de lujo. Justo cuando estamos terminando de cenar, aparecen Rober y su mujer. Alargamos nuestra cena con un café y sobaos de la tierra —parece que cuando el apetito despierta, ya no hay quien lo duerma— mientras ellos comienzan con el primer plato.
Nos despedimos ya que hemos quedado al día siguiente para desayunar a las 5:30am. Antes de acostarme, leo un mensaje de Nacho, que se encuentra en Santander y que me genera cierta inquietud:
— Estoy pensando en no hacer el Soplao, no veas la que ha caído por aquí. Y menudos rayos. Es de locos hacer la ruta. — Comenta Nacho.
— ¡No seas gallina! ¡Eres un Biciclicks! — Le contesta Antonio.
— No sé yo qué decir. Voy a ir, pero no sé si bajaré la bici del coche. — Responde Nacho.
Me meto en la cama y me pongo nervioso al no poder dormir. Había leído de gente que no conseguía pegar ojo la noche antes de la prueba y después lo pagaba al día siguiente. Me preocupaba enormemente, pero después de unas cuantas vueltas en la cama, no fui consciente del momento en el que caí rendido y conseguí dormir del tirón hasta que sonó el despertador a la mañana siguiente.
SALIDA Y PRIMEROS KILÓMETROS
Por fin llegó el día tan esperado. Nos ponemos en la cola de salida pasadas las 7:15. Nacho —que por supuesto se presentó— nos está guardando un sitio cerca de la curva previa a la recta de salida. La posición no es muy adelantada, pero mirando como va apareciendo más y más gente detrás nuestra, podemos darnos con un canto en los dientes. Me sorprende ver a tanta gente con maillots de manga corta y sin mochila. Es verdad que en ese momento no está lloviendo, pero aún así las temperaturas son bajas y si las previsiones aciertan, pienso que seguramente lo pasará mal.
Llegan las 8. Me despido de mi pareja con un beso —Mmm, sabes a chocolate y cacahuete, me dice—. Suena música de AC/DC de fondo, que parece recordar a los participantes que esta prueba es solo para valientes. Cruzo la línea de salida mientras grito ¡vamos! ¡vamos! ¡vamos!. Es un momento muy emocionante, los primeros metros vallados están repletos de gente animando. Si ahora me emociono, pienso en lo bonito que será volver a pasar por aquí dentro de más de 10 horas.
Thunder! tarararátararara, Thunder!
Empieza a lloviznar —ni media hora aguantaron las nubes—, pero se hace llevadero. La subida por el Parque Natural de Oyambre es preciosa, el ritmo de la gente es calmado. Adelantar es imposible, demasiada gente. Tampoco es mi intención ni la de Rober ni Nacho. Hay que empezar despacio, la ruta es muy larga. Llegamos al primer avituallamiento de Caviedes a las 9:35, 15 minutos antes de lo previsto viendo el rutómetro. Esto marcha. Me tomo un aquarius, relleno la mochila de agua y salgo disparado detrás de mis compañeros.
LASTRAS Y CUEVAS DEL SOPLAO. LLUVIA, BARRO, FRÍO
Al atravesar el pueblo de La Cocina, oigo a un vecino del pueblo decirnos:
—Venga chicos, ¡que lo paséis bien con la chocolatada!.
A lo que comento en voz alta con la gente que tengo alrededor:
—Hostias, eso no suena nada bien.
—No, la verdad es que no — Me contestan con una sonrisa nerviosa en sus caras.
Comienzan las primeras rampas de Lastras. Hacemos la primera parte de la subida empujando la bicicleta por el tapón de gente acumulada en esta terrorífica pendiente. El barro hace acto de presencia. Efectivamente es una auténtica chocolatada. Sigo empujando la bicicleta, con la mirada hacia el suelo. Me duele mucho la zona lumbar, pienso que como sea muy largo lo voy a pasar mal. Los cubrebotas no paran de salírseme de las punteras, mi bici no hace más que almacenar y almacenar barro. Lo quito a puñados, sobre todo del hueco de la rueda trasera y el cuadro. Solo en el último tramo soy capaz de montar sobre la bicicleta para llegar a un descansillo por carretera. Empieza a llover más, la carretera está empapada. ¿Es que no va a parar de llover en todo el día?
Chocolate, y más chocolate
Afrontamos la larga subida a las cuevas del Soplao por terreno totalmente arcilloso. En plena subida me encuentro con dos amigos que jugaban conmigo al baloncesto. ¡Qué ilusión! Vamos comentando jugadas hasta que me doy cuenta de que Rober y Nacho se han quedado muy atrás. Me despido deseándoles lo mejor y reduzco el ritmo para volver con mis compañeros. Llegamos sin mayores incidentes al segundo avituallamiento. Hemos tardado una barbaridad, el tramo que hemos hecho andando nos ha retrasado mucho. Si antes mirar el rutómetro me había ayudado a motivarme, ahora me dan ganas de quemarlo y aplastarlo repetidamente con el pie.
MÁS LLUVIA, MÁS BARRO Y MÁS FRÍO
Me quito los guantes para comer algo. Decido ponerme el chubasquero, puede que fuera un error, puede que diera igual. A esas alturas iba completamente empapado. Después de rellenar el bidón, vuelvo a ponerme los guantes, pero estos no entran, tengo las manos hinchadas y los guantes están totalmente empapados. Paso un mal rato metiéndomelos a presión. Cuando por fin lo consigo, comenzamos el descenso, muy peligroso, apenas hay visibilidad. Alucino con los ríos de arcilla líquida que nos acompañan. Se me mete el barro en los ojos, siento el regusto de la arena en mi boca. No puedo tocarme los ojos, es peor, mejor esperar a que me lloren y se limpien por sí solos. Solo espero no matarme en la bajada mirando por las finas rendijas que dejan mis párpados.
El tramo de descenso es una trialera ancha, que resultaría sencilla sin agua, pero que es myy complicada con tanto barro y tanta gente. La última parte mejora con asfalto de hormigón, pero en ese momento ya voy sin freno trasero. ¡Mierda! ¡Me he comido las pastillas! ¡Con la de puertos que quedan por bajar! Mucho freno XT, pero estas condiciones terribles no perdonan. Intento tensar la maneta sobre la marcha, pero no me siento las manos y soy incapaz, así que no me queda otra que hacer una parada no planificada y hacerlo en parado. De paso, bien resguardados de la lluvia debajo de un soportal, aprovecho para llamar a las chicas. Empiezo a pasarlo muy mal con el frío, recuerdo que es el momento en el que la sombra de la retirada comienza a planear sobre mi cabeza. Les digo que vayan al avituallamiento de Ucieda por si acaso. Una vez más, tardo muchísimo tiempo en volver a ponerme los guantes empapados. La próxima vez marco con la lengua si hace falta, pero yo no me quito los guantes.
Bajando por el hormigón cubiertos de lodo
Desembocamos en un tramo de carretera que parece un regalo, que nos lleva al inicio de las rampas del monte AA. Tenemos que atravesar el cauce de un río a pie debido a la cantidad de gente acumulada. Voy por la mitad del río contento porque voy pisando piedras por encima del agua, pero mi tobillo trastabillea y mi pie derecho acaba dentro del río. Está empapado, cuando vuelvo a montar sobre la bici noto el agua dentro de mi zapatilla, el pie chapotea. Mala señal, si ya de por sí llevo tanto frío, unos pies empapados no va a ayudar mucho.
La subida al monte AA es dura, tiene rampas por encima del 15%. Muchos tramos los hacemos andando, todavía queda mucho, no es plan de desfondarse en rampas donde no te juegas nada con tantos kilómetros a la vista y con estas condiciones. La bajada hasta Ruente es rapidísima y por pista en buen estado.
ABANDONO EN UCIEDA
Llegados a Ruente, decido parar antes de cruzar un puente. Tengo mucho frío, tirito sin control, no me siento ni las manos ni los pies, me cuesta frenar e incluso cambiar de marchas con las manos empapadas y congeladas. Incluso me siento mareado, Rober me dice que es por perder demasiado líquido debajo de ese chubasquero que he decidido ponerme. No me atrevo a cambiarme de ropa, no sé si seré capaz y noto como mis compañeros quieren seguir la marcha. Así que hago un esfuerzo y vuelvo a montarme en la bicicleta. Pero cruzando el pueblo de Ruente, nos encontramos con nuestras novias, se han adelantado 3km del sitio acordado. Nos miran con preocupación y nos limpian la cara de barro con pañuelos. Madre mía, vais empapados nos dicen. En ese momento, y con la ayuda de mi novia, decido cambiarme de ropa. Rober y Nacho siguen la marcha para no quedarse más fríos, prometen esperarme en el avituallamiento situado 3 kilómetros hacia adelante. Después de unos minutos que parecen horas, por fin estoy con ropa seca y vuelvo a emprender la marchar hacia el avituallamiento.
Mientras pedaleo en soledad, mi determinación empieza a flojear, qué demonios, mi determinación se desquebraja por completo. Psicológicamente es muy duro seguir, la retirada parece la opción más sencilla. Ruente está a escasos 4km de cabezón. Pienso que si decido subir el Moral, después tendré que bajarlo y no sé dónde me podrán recoger las chicas si decido abandonar. El miedo se apodera de mí. Lo mismo tengo que hacer 50km más y no sé si estoy en condiciones. Lo estoy pasando mal. Veo más gente que se ha retirado volviendo a Ruente que gente yendo hacia el avituallamiento. Dios mío, pienso, esto está siendo una escabechina de cuidado. Le digo a un ciclista que circula a mi lado, más por animarme que otra cosa: vamos, que seguro que este tiempo mejora por la tarde. Me mira incrédulo y me contesta: han dicho en la previsión que va a llover el doble por la tarde. No me lo puedo creer, qué mala suerte.
Cuando llego al avituallamiento no me cuesta encontrar a Rober y a Nacho. Yo ya tenía tomada una decisión, y se la comunico: me retiro, voy a deshacer los tres kilómetros para encontrar a las chicas y darme una ducha caliente lo antes posible. Ellos no me animan a continuar, creo que me ven en la cara lo mal que lo estoy pasando y lo difícil de la decisión. Es una auténtica pena haber entrenado tanto y que te mande para casa la climatología —algo que, por mucho que entrenes, no puedes controlar—. Pienso que no es justo, y que el Soplao me ha robado mucho tiempo de estar con familia y amigos para terminar así. Vuelvo resignado, triste, pero seguro de haber tomado la decisión más responsable.
PRIMERA (Y ÚNICA) SUBIDA AL MORAL
A partir de aquí, tengo poca información de lo que hicieron mis compañeros. Sé que son unos valientes, sé que subieron el Moral, un puerto de 19 kilómetros que parece que nunca va a terminar, y sé que en la cima les comunicaron que cortaban la carrera y que tuvieron que descender por la misma cara del puerto para encontrarse con nosotros —yo ya estaba duchado y cambiado, listo para ayudarlos a transportar las bicis— una vez más en Ruente. Sé que la bajada fue dura, complicada, sin apenas sentirse las manos.
Rober, después de coronar el Moral
La organización había decidido parar la carrera dado al preocupante número de casos de hipotermia que se estaban sucediendo y a los pocos efectivos disponibles para tratarlos. Además, las condiciones meteorológicas en el siguiente puerto eran terribles, con granizo y temperaturas de 2 grados y sensación térmica de -3. Mucha gente se enfadó con los responsables de la prueba por no dejarles continuar, pero fueron una minoría, el resto entendió que, sencillamente, hay riesgos que no es necesario correr.
Nos encontramos con Rober y Nacho en la gasolinera de Ruente. Nos dicen que van a llegar hasta Cabezón, que les hace ilusión entrar por la línea de meta. Es normal, les entiendo perfectamente, les admiro por haber podido sobrellevar el frío de esa manera. Sobre todo les envidio por llegar hasta meta, les envidio muchísimo.
LLEGADA A CABEZÓN DE LA SAL
Me monto corriendo en el coche con las chicas para estar en la meta cuando lleguen. Quiero verles entrar, quiero compartir su alegría. Pero una vez más, la mala suerte nos acompaña hasta el final. Hay un atasco monumental para entrar en Cabezón y el tema de aparcar no resulta nada sencillo. Cuando nos encontramos con ellos ya hace mucho tiempo que han terminado. A Rober se le ve con buena cara, está muy contento, cuánto más duro es un reto, más alegría da terminarlo, aunque no sea por completo. Nacho también está contento pero lo está pasando peor, le cuesta llevarse un bollo a la boca, no para de tiritar, le tiemblan las manos como a un enfermo avanzado de parkinson. Le echamos una toalla por encima, pero empapado por dentro como está le sirve de bien poco.
Rober y Nacho, contentos después de llegar a Cabezón
Nos vamos corriendo a los coches, Nacho promete salir de fiesta esta noche por Santander, Rober y yo ya estamos pensando en cenar tranquilamente en el hostal. Envío mensajes al equipo que se ha quedado en Madrid. Saben que no hemos hecho los 165km, saben que me he retirado y que el resto no ha podido continuar por el cierre de la organización. Pero nos felicitan y dan la enhorabuena como si la hubiéramos terminado los primeros. Desde aquí mi inmensa gratitud por el apoyo recibido, se les sentía más cerca que si hubieran estado en Cantabria con nosotros.
Dicen que ha sido el Soplao más duro de la historia, en el que más gente se ha retirado. Dicen que ha sido el único en el que la organización ha tenido que tomar una decisión de tal magnitud.
Yo digo que el infierno existe, y que ya sé dónde encontrarlo el año que viene.
FOTOS
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19/05/2012 Los 10000 del Soplao |
OÉ, OÉ OÉ
ResponderEliminarUna crónica espectacular. Ahora hay que hacer todo lo posible por volver el próximo año.
Fue duro, pero ahí estuvimos, dando la cara hasta donde pudimos.
Y espero que el año que viene seamos mas gente de biciclicks afrontando el reto del Soplao.
Y quiero dar las gracias a Rober por haberme motivado a ir con ellos. Una experiencia única aunque un poco mas y me destrozo en la pierna derecha y es que a los pocos metros de empezar la subida al Moral sufrí un calambre terrible en todo el cuadriceps de la pierna derecha el cual casi me obligó a abandonar. Le dije a Rober, tu tira. Y mientras yo pensaba como no darme la leche ya que en plena subida sufrir un calambre de ese calibre no es muy recomendable. Lo que hice fue dejar la pierna derecha medio muerta y pedalear unos metros solo con la izquierda hasta que la otra entrara en calor. Y dicho y hecho. La pierna calentó y ya despacito fui tirando para arriba mientras veía como Rober iba todo relajado. Mi objetivo era subir como fuera pero leches, 19 kilómetros. Parecía que aquello no acaba nunca. Subiendo la gente nos decía que habían cancelado la ruta, que era absurdo seguir subiendo pero si había una cosa clara era que no iba a parar hasta llegar a la cima. Llegamos, tomamos un poco de líquido en el avituallamiento y para abajo vuelta a cabezón.
Lo dicho, el próximo año hay que volver que el ambiente es espectacular
Conocía la historia por Rober y estaba esperando el relato completo en vuestro blog "oficial". Creo que todos podemos estar orgullosos de haber estado en el Soplao 2012, lo de terminar o no es casi lo de menos.
ResponderEliminarEn nuestro caso fuimos 4 y acabamos dos pero todos repetimos para el año que viene y todos nos hemos llevado una experiencia increible! Lo que nos hemos dejado son las pastillas de frenos y 6800kcal.
Nos vemos en Junio pasando calor en la Sierra de Madrid
Has tardado en escribir la cronica, pero ha merecido la pena, detallas de tal forma que siento tu sufrimiento como propio, enhorabuena por la narración. Simplemente espectacular.
ResponderEliminarEste año el soplao ha estado marcado por las condiciones climatologicas, desde luego no era el mejor año para debutar, pero lo habeis echo muy bien. En esos casos es mejor ser prudente que valiente. Tomaste la decision acertada, hay que ser responsable, tener la cabeza en su sitio. En esas condiciones tan desfavorables es facil tener una caida o sufrir de hipotermia. Es más importante la vida personal que una prueba cicloturista, por supuesto.
Yo el año pasado lo pase muy mal (15 horas encima de la bici) y eso que las codiciones climatologicas fueron estupendas. Ya os comenté que el soplao era durisimo, con lluvia y barro, la dureza se multiplica.
Es una pena entrenar tanto para luego no poder cumplir con las aspectativas, pero esto es asi. De todos modos habeis hecho una gran carrera. Os felicito.
Espero que nos veamos en el SOPLAO 2013.
Bonita (y dura, me canso y sufro sólo de leerla, jejeje) crónica David.
ResponderEliminarLo bonito de los objetivos es conseguirlos, pero los entrenamientos que has hecho para poder por lo menos plantearte realizar un reto de esa magnitud no te lo quita nadie. Hay veces que los objetivos no dependen de tí, la naturaleza está por encima de nosotros, por lo que te doy mi ENHORABUENA por haber sabido parar en el momento preciso y sobretodo haber pedaleado hasta donde pudiste.
A los otros 2 integrantes también darles mis felicitaciones por haber logrado sobrevivir al infierno cántabro.
Un saludo.
Por una parte una pena David, pero por otra parte hiciste o correcto. Esos montes me los conozco, y si con buen tiempo son duros, con barro son un infierno.
ResponderEliminarSaludos
Muchas gracias a todos por vuestros comentarios y por leeros una entrada tan kilométrica como el mismísimo Soplao, jeje.
ResponderEliminarPor fin dedico el tiempo que merece la crónica.
ResponderEliminarA pesar de que ya conozco la historia en primera persona, lo leo y los pelos se me ponen como escarpias. Impresiona que tras una experiencia tan dura te acuerdes de los que quedamos en Madrid, hace que se me salten las lágrimas (aunque disimulo que estoy en el trabajo, jejeje).
Para mí -y estoy seguro que para el resto del grupo- sois unos campeones, habéis demostrado en cada entreno un tesón y un afan de superación que no me hace digno de pertenecer al grupo.
Obvia redundar en que la climatología está por encima de todo, pero estoy seguro que de no haber sido así, hubiéseis terminado la pruaba completa.
ENHORABUENA A LOS TRES!!!!!!!
Jo, Nano, me dejas sin palabras. Muchas gracias de verdad.
EliminarImpresionante !! Una crónica estupenda, como siempre. Unos héroes los tres.
ResponderEliminarY David, tomaste una decisión madura. Eso tiene MÁS MÉRITO que terminar. Continuar por orgullo era un riesgo elevado e innecesario. A unos se nos atragantan las bajadas, a otros las rampas y a otros la climatología. No pasa nada. Lo importante es disfrutar hasta donde se pueda. Cruzar la línea roja puede ser un grave error. Es como si yo intentase seguir a Felipe en las bajadas. ¡¡ Imagínate !! Aparte de lo que pudiera pasar, ya pasamos de divertirnos a traspasar un límite que todos deberíamos conocer.
Si tú sientes envidia porque Rober y el Fiestassss han terminado la prueba, figúrate los que nos quedamos en Madrid y nos perdimos todo el ambientazo que cuentas en Cabezón. Muchos de nosotros nunca podremos o nos atreveremos a afrontar un super-reto de 165 km.
Además siempre te queda la oportunidad de volver, y conociéndote, el año que viene escribirás esta crónica con un final muy distinto !!
Todos tenemos alguna espina clavada que no hemos podido superar. La mía es la Bola del Mundo.
En la bici se puede disfrutar sufriendo, pero sufrir al límite es sufrir sin disfrutar.
Rober, ¡¡ enhorabuena !! eres un valor seguro para cualquier ruta y un gran compañero de aventuras !!
Nacho, siempre sorprendente... De hacerte caquita a las 05:40 a cruzar el infierno con Rober y David. Me alegro si mi arenga de madrugada te hizo decidirte a realizar la ruta.
David, muchas gracias por meternos la pasión de la bici en el cuerpo. Este blog es muy motivador. Nos propones retos, iniciativas, plasmas el recuerdo y eres un ejemplo de superación para nosotros. ¿Quién nos diría hace 3 años subiendo la Pedriza que serías capaz de afrontar un reto como este?
El año que viene estará Super-Rafa seguro, un compañero increíble también, con unas cualidades impresionantes y una humildad admirable.
Este reto también tiene el mérito de todos los amigos de biciclicks que os han ayudado a entrenar, con sus consejos y compañía.
Acuérdate de Felipe dejándote su joya de bici doble para probar en la Dehesa Boyal y cómo te rescató en Monegros (Titán!!), la motivación de Javi en los entrenos, que por mala suerte se quedó fuera de la prueba del desierto, la experiencia y gran conversación de José Manuel, la ayuda de Nano cuando viniste fastidiado del barro, Miguel Angel, y todos los comentarios que la gente ha ido dejando en el blog, que ayudan a que el reto se convierta en gesta. Y el gran ambiente y buen humor de este gran grupo que es Biciclicks !!
Y por supuesto, a Virginia y a Rocío. No sólo habeís sacrificado tiempo de estar juntos, sino que han sido vuestro apoyo y rescate en esta heroicidad. Y lo han hecho porque sabían que para vosotros era importante, no un capricho. La imagen que nos llega limpiándo vuestras caras con pañuelos no tiene precio!!
Enhorabuena!!
¡¡¡ Solo puedo daros la enhorabuena por semenjante hazaña !!!
ResponderEliminarSé que habéis sufrido el revés de tener que abandonarla antes de tiempo y por causas ajenas a vosotros, pero solo ha sido el punto final a un montón de esfuerzos individuales y colectivos por parte de todos. Miradlo en conjunto ahora que ya casi ha pasado una semana y seguro que os aparece una ENORME sonrisa a todos.
Ánimo que el proyecto 2013 comienza en breve ;)
Estupenda crónica, David. Enhorabuena por el doble esfuerzo de hacer el Soplao y de contárnoslo con tanto realismo.
ResponderEliminarEnhorabuena también a Rober y a Nacho por la aventura vivida.
El año que viene más y mejor!
No tengo mucho más que aportar. La crónica es buenísima, consigues transmitir perfectamente la alegría, nerviosismo y sufrimiento que sentimos ese día.
ResponderEliminarPor mi parte, en lo personal, me ha emocionado mucho cómo el grupo nos ha arropado en todo momento. Lo de las canciones motivadores que grabásteis ya ha sido increíble. Subiendo el último puerto iba cantando la cancioncita de Europe jejeje.
Muchas gracias a todos, en especial a mi mujer que me apoya incondicionalmente :)
David, mantén ese estado de forma y cualquier reto será pan comido. Estoy seguro que hubieras terminado perfectamente el soplao, eras el que estaba mejor preparado con diferencia.
Nachete, eres una cantabronazo, qué fuerza mental tienes. Si no fuera por ti, seguramente no hubiera continuado el ascenso del Moral en solitario. Me ha gustado mucho el ambiente que se respira en tu tierra.
Y que sepáis que llevo toda la semana con fiebre intermitente, al final he ido al médico y tengo una buena faringitis, ¡¡¡pero ha merecido la pena!!!
Este año por circunstancias no he podido acompañaros en ninguno de los retos que os habéis marcado, como este del Soplao, pero pronto acabará el barbecho en que me encuentro y volveré a pedalear con vosotros.
ResponderEliminarPara mi es un honor pedalear y disfrutar de mi tiempo libre con tan buena gente como vosotros.
Mira que me da pereza a veces montar en bici, pero gracias a vosotros es fácil vencerla.
Un abrazote.
Rafa