Ya es el segundo año consecutivo que, llegada la primavera, nos apuntamos a dar pedales por el embarrado desierto del Maratón de Monegros. Y es que el año pasado disfrutamos tanto del fin de semana juntos, que ni los recuerdos de las arenas movedizas provocadas por la lluvia ni la rotura de bicicletas por el barro, han conseguido que nos acobardemos —y eso que la previsión del tiempo daba mucha lluvia—. Y os puedo adelantar que ha sido un fin de semana estupendo, con una ruta dura de 115km pero sin incidencias, con unos compañeros geniales con los que es un placer pasar el tiempo y un ambiente espectacular rodeados de miles de personas con la misma afición que la nuestra.
Nuestro click no quiso perderse este finde de bici
DATOS DE LA RUTA
La ruta es una maratón en toda regla, 115 kilómetros de pistas muy anchas, con apenas un puerto con poco desnivel y sin ningún tramo técnico a destacar.
Perfil de la etapa, la elección de la escala la pinta más dura de lo que realmente es
ASISTENTES
Repetimos un año más Rober, Jose M, Nacho y David. Se produce un cambio de cromos entre Felipe y Javi, el primero este año no puede asistir, mientras que el segundo se quita la espina clavada del año pasado ya que no tuvo más remedio que perdérselo por una inesperada lesión.
Momentos antes de la salida, metiendo tripa, que somos deportistas
CRÓNICA DE LA RUTA
Salimos con tres coches desde Madrid, rumbo al recinto ferial de Sariñena (Huesca), lugar donde tiene lugar la 12+1 edición de la Maratón Orbea Monegros. El tema de conversación durante el viaje se centra en la previsión del tiempo, nada halagüeña durante toda la semana anterior, y con tintes negros de camino a Sariñena. Hacemos una parada para comer —todo el mundo sabe que calzarse una hamburguesa completa después de haber comido en casa no es gula, es ir cargando pilas para la maratón— y después de un viaje tranquilo bajo la incesante lluvia, llegamos al recinto ferial de Sariñena a recoger nuestros dorsales. La tienda orbea está atestada de gente, nos acercamos a curiosear y nos cuentan que tiene muchas prendas de otras temporadas a un precio ridículo. Aprovechamos que la organización cada vez da menos material en la bolsa del corredor para hacernos nuestro propio regalo, unos chalecos con muy buena pinta por escasos 5€.
Lluvia y más lluvia de camino a Sariñena
Nos alojamos en una casa rural en Poleñino, un pueblo cercano a Sariñena. La casa es enorme, demasiado grande para 5 personas, pero entre que pensábamos que vendría más gente y que tuvimos problemas a la hora de encontrar plazas libres, decidimos afrontar el gasto y asegurarnos un sitio antes de que nos lo quitaran de las manos. Así que cada uno pudo elegir su habitación particular y las bicis durmieron plácidamente en su propio jardín con vistas a la piscina. Fuimos a cenar a un hotel en Grañen —después de sufrir la más absoluta de las indiferencias por una camarera de Curbe— donde servían un menú de dos platos más postre y donde se encontraban cenando más participantes de la carrera. Pasamos un rato muy divertido haciendo bromas con el camarero y viendo como Jose se ofuscaba porque tardaban en traerle su filete de ternera. Ya de vuelta en casa, tras organizar un poco la ropa del día siguiente —¿llovería? ¿haría frío? ¿mucho viento?— nos fuimos a la cama para intentar dormir 8 horas y aún así tener tiempo a la mañana siguiente para comer debidamente y no ir con prisas a la carrera que comenzaba a las 13.30h.
Casa rural Las Almenadas en Poleñino, Huesca
Después de levantarnos, comer un buen plato de pasta y entretenernos viendo Top Gear en la tele, montamos las bicicletas en los coches y nos dirigimos rumbo a Sariñena. Las cercanías al recinto ferial estaban repletas de coches y bicicletas, menos mal que fuimos con tiempo porque si no se hubiera vuelto complicado el tema del aparcamiento. Ponemos el dorsal y, después de aprender la lección del año pasado, nos colocamos en la cola de salida casi una hora antes de que empiece la prueba. Aprovechamos para sacar fotos, disfrutar del ambiente y organizar la estrategia de la carrera. Aún con ritmos y estados de forma distintos, decidimos ir juntos en la medida de lo posible, y reagruparnos en un sitio específico de cada avituallamiento en el caso de que nos separáramos. Cuando quedan cinco minutos, la gente comienza a montarse en sus bicicletas, el murmullo de voces crece y afloran los primeros nervios de la carrera. Por delante, 115 kilómetros y más de 6 horas sobre la bicicleta.
Esperando el pistoletazo de salida
¡Y comienza la carrera! Los primeros metros son lentos, difíciles, se hace complicado guardar el equilibrio por las calles estrechas de salida de Sariñena. Pero en seguida pisamos tierra. Bueno, más que tierra, barro. Estos primeros kilómetros hasta el primer avituallamiento están llenos de agua y destacan por los nervios que provoca llevar gente tan pegada intentando a toda costa evitar la cantidad de charcos que hay en el terreno. Ayer no paró de llover en todo el día. Esta lluvia fuerte, densa, ha convertido los caminos en barrizales y los campos en ciénagas. Por suerte, Maldonado dice que no va a llover más en todo el día —y acertó con la previsón—. Además, ya íbamos avisados de que las cercanías de Sariñena serían las peores. Nos dirigimos por Albalatillo hacia la Ermita de San Miguel y desde ahí a los terrenos de de la Graja Guissona para llegar al primer Avituallamiento en Villanueva de Sigena donde hacemos una breve parada antes de afrontar la subida más dura de la ruta.
Las primeras rampas son de poco desnivel, pero nuestro cuerpo se queja como negándose a acometer el esfuerzo que viene a continuación. Cuando la pendiente se endurece, nos encontramos más cómodos y empezamos a pasar gente. Por desgracia y por medir mal, me voy al suelo al cambiar de dirección al tocarme con la rueda trasera de un compañero. Me levanto rápido, agarrando mi bicicleta y me tiro a la cuneta para no molestar. Me he dado un fuerte golpe en la rodilla, no temo la retirada, pero sí tener dolor durante el resto de la carrera. Qué mala pata. Mis compañeros me esperan pero enseguida vuelvo a montar y seguimos subiendo el puerto. Después de unos minutos en el que me sacudo el susto de encima, me empiezo a encontrar bien, muy bien. Quizá me haya venido bien el parón de 5 minutos en la cuneta. Terminamos subiendo muy fuerte hasta el Alto de Piedrafita y después volamos hasta el segundo avituallamiento situado en las cercanías de Peñalba. La rodilla molesta, pero no es más que una contusión y un rasguño que no me da mayores problemas en lo que queda de ruta.
Llegado a este punto, nos dirigiremos a la localidad de Valfarta y de ahí, con el temido cierzo de frente rumbo al tercer Avituallamiento para coronar la Punta de la Sierra de Jubierre. Este tramo es sin duda el más duro de toda la ruta. Son 30 kilómetros en los que no paramos de subir, y en los que alejarte de la protección del grupo de ciclistas hace que el viento te frene de una manera violenta y despiadada. Por lo tanto, intentamos ir siempre acompañados pero sin que nadie nos sacara de punto por llevar un ritmo que no fuera el adecuado. La prueba más notable de la dureza del terreno y las condiciones es el silencio de los ciclistas, atrás quedaron las bromas y los comentarios para dar paso a una absoluta concentración y resignación por llegar al tercer avituallamiento.
Después de descansar la espalda —llegamos todos doloridos después de tanto kilómetro contra el viento— retomamos la marcha e iniciamos un vertiginoso descenso hacia las torres de Will, donde podemos liberar la tensión acumulada de nuestro maltratado y contracturado cuerpo, soltándonos y disfrutando de una bajada preciosa con unas vistas fabulosas. Cada curva nos motiva a ir más rápido, cada repecho nos estimula a subirnos de la bici y disfrutar apretando los pedales. Estamos pasándolo muy bien, es quizás la parte más divertida de toda la ruta y se nos hace corto llegar al último avituallamiento, situado demasiado cerca del anterior. Apenas hacemos una pausa para reagruparnos, y hacer los catorce kilómetros restantes juntos hasta Sariñena, para entrar los cinco a la vez por línea de meta.
Así quedaron las bicicletas después de la jornada
Objetivo cumplido, hemos llegado todos sanos y salvos y sin ninguna incidencia a destacar. Además, el tiempo nos ha respetado, qué es más de lo que podíamos esperar viendo las previsiones. Nos cambiamos de ropa ya que las temperaturas bajan rápidamente y degustamos la fideuá de la organización junto con una cerveza que nos sabe a gloria. Es el comienzo de una noche de risas, bromas y algún que otro gintónic, que ya queda para nuestra intimidad.
DATOS DE LA RUTA
La ruta es una maratón en toda regla, 115 kilómetros de pistas muy anchas, con apenas un puerto con poco desnivel y sin ningún tramo técnico a destacar.
- Distancia: 115km
- Tiempo: 7:10h (6:03h dando pedales)
- Altura ganada: 1,200m
- Detalles: http://connect.garmin.com/activity/304872945
ASISTENTES
Repetimos un año más Rober, Jose M, Nacho y David. Se produce un cambio de cromos entre Felipe y Javi, el primero este año no puede asistir, mientras que el segundo se quita la espina clavada del año pasado ya que no tuvo más remedio que perdérselo por una inesperada lesión.
Momentos antes de la salida, metiendo tripa, que somos deportistas
CRÓNICA DE LA RUTA
Salimos con tres coches desde Madrid, rumbo al recinto ferial de Sariñena (Huesca), lugar donde tiene lugar la 12+1 edición de la Maratón Orbea Monegros. El tema de conversación durante el viaje se centra en la previsión del tiempo, nada halagüeña durante toda la semana anterior, y con tintes negros de camino a Sariñena. Hacemos una parada para comer —todo el mundo sabe que calzarse una hamburguesa completa después de haber comido en casa no es gula, es ir cargando pilas para la maratón— y después de un viaje tranquilo bajo la incesante lluvia, llegamos al recinto ferial de Sariñena a recoger nuestros dorsales. La tienda orbea está atestada de gente, nos acercamos a curiosear y nos cuentan que tiene muchas prendas de otras temporadas a un precio ridículo. Aprovechamos que la organización cada vez da menos material en la bolsa del corredor para hacernos nuestro propio regalo, unos chalecos con muy buena pinta por escasos 5€.
Lluvia y más lluvia de camino a Sariñena
Nos alojamos en una casa rural en Poleñino, un pueblo cercano a Sariñena. La casa es enorme, demasiado grande para 5 personas, pero entre que pensábamos que vendría más gente y que tuvimos problemas a la hora de encontrar plazas libres, decidimos afrontar el gasto y asegurarnos un sitio antes de que nos lo quitaran de las manos. Así que cada uno pudo elegir su habitación particular y las bicis durmieron plácidamente en su propio jardín con vistas a la piscina. Fuimos a cenar a un hotel en Grañen —después de sufrir la más absoluta de las indiferencias por una camarera de Curbe— donde servían un menú de dos platos más postre y donde se encontraban cenando más participantes de la carrera. Pasamos un rato muy divertido haciendo bromas con el camarero y viendo como Jose se ofuscaba porque tardaban en traerle su filete de ternera. Ya de vuelta en casa, tras organizar un poco la ropa del día siguiente —¿llovería? ¿haría frío? ¿mucho viento?— nos fuimos a la cama para intentar dormir 8 horas y aún así tener tiempo a la mañana siguiente para comer debidamente y no ir con prisas a la carrera que comenzaba a las 13.30h.
Casa rural Las Almenadas en Poleñino, Huesca
Después de levantarnos, comer un buen plato de pasta y entretenernos viendo Top Gear en la tele, montamos las bicicletas en los coches y nos dirigimos rumbo a Sariñena. Las cercanías al recinto ferial estaban repletas de coches y bicicletas, menos mal que fuimos con tiempo porque si no se hubiera vuelto complicado el tema del aparcamiento. Ponemos el dorsal y, después de aprender la lección del año pasado, nos colocamos en la cola de salida casi una hora antes de que empiece la prueba. Aprovechamos para sacar fotos, disfrutar del ambiente y organizar la estrategia de la carrera. Aún con ritmos y estados de forma distintos, decidimos ir juntos en la medida de lo posible, y reagruparnos en un sitio específico de cada avituallamiento en el caso de que nos separáramos. Cuando quedan cinco minutos, la gente comienza a montarse en sus bicicletas, el murmullo de voces crece y afloran los primeros nervios de la carrera. Por delante, 115 kilómetros y más de 6 horas sobre la bicicleta.
Esperando el pistoletazo de salida
¡Y comienza la carrera! Los primeros metros son lentos, difíciles, se hace complicado guardar el equilibrio por las calles estrechas de salida de Sariñena. Pero en seguida pisamos tierra. Bueno, más que tierra, barro. Estos primeros kilómetros hasta el primer avituallamiento están llenos de agua y destacan por los nervios que provoca llevar gente tan pegada intentando a toda costa evitar la cantidad de charcos que hay en el terreno. Ayer no paró de llover en todo el día. Esta lluvia fuerte, densa, ha convertido los caminos en barrizales y los campos en ciénagas. Por suerte, Maldonado dice que no va a llover más en todo el día —y acertó con la previsón—. Además, ya íbamos avisados de que las cercanías de Sariñena serían las peores. Nos dirigimos por Albalatillo hacia la Ermita de San Miguel y desde ahí a los terrenos de de la Graja Guissona para llegar al primer Avituallamiento en Villanueva de Sigena donde hacemos una breve parada antes de afrontar la subida más dura de la ruta.
Las primeras rampas son de poco desnivel, pero nuestro cuerpo se queja como negándose a acometer el esfuerzo que viene a continuación. Cuando la pendiente se endurece, nos encontramos más cómodos y empezamos a pasar gente. Por desgracia y por medir mal, me voy al suelo al cambiar de dirección al tocarme con la rueda trasera de un compañero. Me levanto rápido, agarrando mi bicicleta y me tiro a la cuneta para no molestar. Me he dado un fuerte golpe en la rodilla, no temo la retirada, pero sí tener dolor durante el resto de la carrera. Qué mala pata. Mis compañeros me esperan pero enseguida vuelvo a montar y seguimos subiendo el puerto. Después de unos minutos en el que me sacudo el susto de encima, me empiezo a encontrar bien, muy bien. Quizá me haya venido bien el parón de 5 minutos en la cuneta. Terminamos subiendo muy fuerte hasta el Alto de Piedrafita y después volamos hasta el segundo avituallamiento situado en las cercanías de Peñalba. La rodilla molesta, pero no es más que una contusión y un rasguño que no me da mayores problemas en lo que queda de ruta.
Llegado a este punto, nos dirigiremos a la localidad de Valfarta y de ahí, con el temido cierzo de frente rumbo al tercer Avituallamiento para coronar la Punta de la Sierra de Jubierre. Este tramo es sin duda el más duro de toda la ruta. Son 30 kilómetros en los que no paramos de subir, y en los que alejarte de la protección del grupo de ciclistas hace que el viento te frene de una manera violenta y despiadada. Por lo tanto, intentamos ir siempre acompañados pero sin que nadie nos sacara de punto por llevar un ritmo que no fuera el adecuado. La prueba más notable de la dureza del terreno y las condiciones es el silencio de los ciclistas, atrás quedaron las bromas y los comentarios para dar paso a una absoluta concentración y resignación por llegar al tercer avituallamiento.
Después de descansar la espalda —llegamos todos doloridos después de tanto kilómetro contra el viento— retomamos la marcha e iniciamos un vertiginoso descenso hacia las torres de Will, donde podemos liberar la tensión acumulada de nuestro maltratado y contracturado cuerpo, soltándonos y disfrutando de una bajada preciosa con unas vistas fabulosas. Cada curva nos motiva a ir más rápido, cada repecho nos estimula a subirnos de la bici y disfrutar apretando los pedales. Estamos pasándolo muy bien, es quizás la parte más divertida de toda la ruta y se nos hace corto llegar al último avituallamiento, situado demasiado cerca del anterior. Apenas hacemos una pausa para reagruparnos, y hacer los catorce kilómetros restantes juntos hasta Sariñena, para entrar los cinco a la vez por línea de meta.
Así quedaron las bicicletas después de la jornada
Objetivo cumplido, hemos llegado todos sanos y salvos y sin ninguna incidencia a destacar. Además, el tiempo nos ha respetado, qué es más de lo que podíamos esperar viendo las previsiones. Nos cambiamos de ropa ya que las temperaturas bajan rápidamente y degustamos la fideuá de la organización junto con una cerveza que nos sabe a gloria. Es el comienzo de una noche de risas, bromas y algún que otro gintónic, que ya queda para nuestra intimidad.
Enhorabuena por vuestro maratón. Me hace gracia leer esta crónica de una ruta de 115kms como si hubierais bajado al parque a dar una vuelta. Sois unos cracks. Un abrazo
ResponderEliminarJeje gracias Miguel Ángel. A ver si te vemos un día de estos.
EliminarQué buena entrada!
ResponderEliminarLo de disfrutar tanto el año pasado juntos yo no lo veo... brownie!
Muy buena crónica, enhorabuena chicos por superar la maratón!!! Mooola
ResponderEliminarEste año por unos y otros motivos no ha podido ser, pero el año que viene espero estar en "la monegros". Esta marcha tiene que ser la leche con toda la gente que se junta. Enhorabuena por terminarla sin mayor problemas sois unos monstruos.
ResponderEliminarUn saludo. David.
Por cierto ¿no fuisteis a la Riaza B-pro Bike Maraton?
ResponderEliminarHola David,
ResponderEliminarNo, no fuimos, daban temperaturas de entre 0 y 6 grados, llevaba todo el fin de semana lloviendo y nevando, la organización avisó de que iba a modificar recorridos porque había tramos impracticables, que la gente valorara hacer la corta en vez de la larga, etc, etc.
El caso es que para pasarlo mal, no nos apeteció ir... =)
Estamos en la misma onda David. Yo también estaba inscrito y pase de ir. Para penar por el barro mejor me quedo en casa.
ResponderEliminarUn saludo, David.