Mi momento preferido en verano para montar en bici es sin duda el atardecer. El bosque intensifica sus colores, las sombras se alargan, la temperatura baja.
Es viernes por la tarde, me queda poco más de una hora de luz. Soy consciente de los sonidos y aromas de la noche que está a punto de llegar. Es mi momento de soledad, mi desahogo, mi liberación después de una semana difícil.
Jadeo de esfuerzo afrontando cada repecho, tomo las curvas hasta el límite de mis neumáticos, aprovecho cada piedra o raíz que el camino me pone por delante para despegar las ruedas del suelo.
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